viernes, 25 de enero de 2013



Pasión


¡Háblame! Que tu voz, eco del cielo, 
sobre la tierra por doquier me siga... 
con tal de oír tu voz, nada me importa 
que el desdén en tu labio me maldiga. 

¡Mírame!... Tus miradas me quemaron, 
y tengo sed de ese mirar, eterno... 
por ver tus ojos, que se abrase mi alma 
de esa mirada en el celeste infierno. 

¡Ámame!... Nada soy... pero tu diestra 
sobre mi frente pálida un instante, 
puede hacer del esclavo arrodillado 
el hombre rey de corazón gigante.


Manuel M. Flores

Análisis:

El título nos indica que se está viviendo un padecimiento, el tipo de deseo que no termina hasta que se consuma. Pide la atención y el cariño de la persona amada pero se trata de un amor no correspondido que podría llegar a conformarse con simples señales, aunque no necesariamente éstas impliquen amor. El hecho de existir en la vida de la otra persona lo llenan de calma. Se empeña en ser amado y en tener en un acercamiento por medio de una mirada o con la voz. Es significativo recalcar la importancia que le concede a la mirada puesto que fue ésta la que lo sedujo y lo mantiene en éste estado de enamoramiento. Podríamos suponer que el autor se tiene a sí mismo en un concepto de inferioridad, pero por ella puede serlo todo, y lo mejor. Puesto que su amor lo puede todo.



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